Apenas unas líneas para
presentar este post, que no tiene otro objeto que ceder la palabra a Martin
Luther King, uno de los mejores oradores de la historia, uno de sus mejores
hombres, una de las esperanzas más dramáticamente quebradas.
Seré muy breve en la
presentación, y haré solo tres observaciones:
1.- No me dirijo a los
malintencionados, que obstarán la existencia de este día del orgullo y del
honor cualquiera que sean las razones consideradas. Por el contrario, hablo
para todas las personas de buena voluntad, que de manera honesta se preguntan
porqué debe existir un día del orgullo para los homosexuales, cuando no lo hay
para los heterosexuales, porque creen, o están empezando a creer, sinceramente,
que da igual una cosa que otra.
A todos ellos les digo que hasta
hace bien poco en este mismo país un homosexual podía ser encarcelado por el
simple hecho de serlo, y que tal condición se paga todavía en muchos países del
mundo con la muerte. Y que aún hoy un buen número de personas esperan
agazapadas en esta misma sociedad para “poner a cada cual en su sitio” y
“acabar con esta broma”.
2.- Utilizo consciente y con
plena intención en el encabezamiento la expresión “orgullo del homosexual” y no
“orgullo gay”. Sé que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua admite
como una de las acepciones de “gay” la de “homosexual”. Pero aquella todavía se
utiliza de manea mayoritaria en el sentido popular como equivalente a “hombre
homosexual”, dejando fuera, una vez, más, como tantas veces, a tantos efectos,
a las mujeres homosexuales.
3.- Lo que transcribo a
continuación es parte de la alocución “Where do we go from here” de Martin
Luther King en la Southern Christian Leadership Conference de Atlanta, Georgia,
el 16 de agosto de 1967. La traducción es mía, de manera que pido indulgencia
al considerar el resultado. Si alguna persona quiere el texto íntegro original
en inglés, no tiene más que pedírmelo en este blog o en Twitter.
Lo que entonces dijo Luther King
para los negros, vale para cualquier otro grupo humano postergado que ha
mantenido su humanidad doliente en medio de la negación y la persecución.
Donde habla el genio, calle el
resto:
“En tanto el espíritu se encuentre esclavizado, el cuerpo nunca puede
ser libre. La libertad psicológica, un firme sentido de la autoestima, es la
más poderosa arma contra la larga noche de la esclavitud física.
Ni
la Proclamación de Emancipación Linconiana, ni la Carta de Derechos Civiles Johnsoniana
pueden traer por completo esta clase de libertad. El negro solo será libre
cuando alcance lo más profundo de su ser y firme con la pluma y la tinta de su
humanidad afirmada su propia Proclamación de Emancipación. Y con un espíritu
anclado en la auténtica autoestima, el negro debe despojarse con orgullo de los grilletes de la
autoabnegación y decir a sí mismo y al mundo: “Soy alguien, soy una persona.
Soy un hombre con dignidad y honor. Tengo una historia rica y noble. Cuán
dolorosa y esforzada ha sido esta historia. Si, he sido esclavo por mis
antepasados, y no me avergüenzo de ello. Me avergüenzo de los que fueron tan
pecadores como para hacerme esclavo”. Si, debo levantarme y decir “Soy negro y
soy hermoso”, y esta auto afirmación es lo que necesita imperiosamente el
hombre negro frente a los crímenes cometidos por el hombre blanco contra él”.
Sea.